Universalidad e identidad en la filosofía


Hacer filosofía es una actividad universal, pero surge la pregunta sobre la diferencia o particularidades que pueda haber en el pensamiento creado en diferentes lugares del mundo. Para responder a esto, nos encontramos la pregunta sobre el hombre, la civilización y las ciudades. Ortega refiere: Lo más entrañable en una cultura, la fuerza que en ella plasma y dirige todo lo demás es el repertorio de anhelos, de normas, de desideratos, en suma su ideal.

Encontrar estas diferencias sutiles puede ser interesante, pero hay que considerar que escribimos y reflexionamos desde una cultura occidental, en este caso desde Latinoamérica. Para el historiador Rémi Brague, parece ser que la distancia de América con Europa, ya sea una distancia real o ideal, le permitiría tener actitudes más europeas que en Europa.

Ahora bien, Aristóteles en la metafísica señala que lo más singular es lo más universal, como también lo pensó Unamuno en su libro, La agonía del cristianismo: “Pues bien: en el orden religioso, y sobre todo en el orden de la religión cristiana, no cabe tratar de los grandes intereses generales religiosos, eternos, universales, sin darles un carácter personal, yo diría más bien individual”.

Este carácter de lo individual y lo particular permite una riqueza que es también una experiencia estética. Por lo tanto, podríamos preguntarnos si las diferencias entre las filosofías de los pueblos tendrían que ver más bien con lo estético que con lo racional, pues existen ideas universales cuyo entramado está relacionado con la estética, acaso sea más fácil de explicar con la misma. El ejemplo en particular lo encontramos en los estudios sobre el arte de Aby Warburg, quien en su libro, El ritual de la serpiente, habla de cómo los símbolos realizan la sustitución de los rituales:

“Si religión significa unión, entonces el síntoma de la evolución respecto a su estado primordial es la espiritualización de la unión entre el hombre y las entidades extrañas, no pasando más a través del simbolismo de la máscara, sino mediante una invocación puramente mental, basada en una mitología lingüística sistemática. [---]En aquél proceso que solemos etiquetar como avance cultural, el ser en el que centramos nuestra devoción pierde su materialidad monstruosa y se convierte, al fin de cuentas, en un símbolo espiritual, invisible”.

El uso de los símbolos en la cultura tienden a una universalización y permite ver, como señala Warburg que en diferentes culturas por ejemplo, ha aparecido la serpiente como símbolo en cultos de diferentes lugares, ya sea en Grecia, donde las ménades bailaban con la serpiente y terminaban sacrificándola, hasta la leyenda de Saulo o San Pablo, de quien se decía que era inmune al veneno de las serpientes.

De manera que, pensando en una cierta universalidad del pensamiento donde a la vez existen diferencias de carácter entre los pueblos y su propia forma de acceder a la realidad. Estas diferencias sutiles se encuentran más en los idiomas, ya que las palabras tienen que ver mucho con un contexto y un uso que les da a veces un carácter de intraducibilidad. 

Podemos acercarnos con traducciones aproximadas y estas diferencias nos enriquecen, sin embargo, pensar en una filosofía propia, por ejemplo de latinoamérica nos remite a veces a pensar en un indigenismo, el cual tiene también una carga ideológica. Puesto que en el desarrollo histórico en el caso de Latinoamérica, tenemos la herencia que los españoles dejaron en el continente, como refiere Zorrilla de San Martín:

“La América nació de una herida de gloria que esa España se hizo en el corazón. Sí, señores, hoy es día de justicias seculares. El descubrimiento de América, su conquista, su colonización, fueron un desgarrón de las entrañas de España por esa enorme herida se derramó su sangre sobre el otro mundo, se fueron con ella muchas energías, que si hubieran quedado aquí, en este hermoso territorio, aquí hubieran dado sus frutos, engrandeciendo a esta nación, dándole prosperidad, como prosperan materialmente los hombres infecundos, lo que no parten su pan con sus hijos no nacidos”.

Así, podemos entrar a la diferencia que se llega a marcar como ideología. Para nosotros, siguiendo las lecturas de Warburg y de Girard, el avance cultural tiene que ver con la pérdida del sacrificio. De manera tal, que llegar a ver las diferencias con fraternidad y admiración es igual a refinar al pensamiento hacia universalidades que le permitan pensar lo real y actuar en consecuencia con una humanidad que no sólo es racional, sino que ama, que sufre y que es capaz de compartir con el otro (también consigo misma, viéndose como un otro) de manera solidaria, incluso heroica.












Diana Galindo Barajas


Es licenciada en Filosofía por la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha publicado los libros Despliegue de pájaros (Ediciones El Humo, 2012), Spiritual Kingdom (Ediciones El Humo, 2014), El mundo desde afuera (Ediciones El Humo, 2019), Elemento agua (Edición de Autor, 2020) y Las pasiones de la luz (Infame Turba, editorial). Su poesía está incluida en la antología Poesía en sí (ENSQ, 2015). 

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