Flora



Cuando Florence entró al bosque, Bogdan la miró fijamente, sus ojos verdes brillaban llenos de ira. Florence se sintió incómoda, sólo fue a buscar hojas del árbol rojo para hacerse un té, pues tenía insomnio. Antes de adentrarse en el bosque pensó que era mala idea estar sola en ese lugar, pero se convenció, creyendo que sólo caminaría unos minutos por ahí y luego se fue de largo; no contaba con que esas flores tenían colores brillantes que llamaron su atención.

Florence, al encontrarse con esa mirada se puso de mal humor; en un gesto defensivo le mostró la lengua y dándole la espalda se fue de allí. No era supersticiosa, pero la mirada le pareció sobrenatural, por el color tan brillante de los ojos de Bogdan. Al estar lejos sintió una calma inmediata. Tenía la necesidad de lavarse esa vibra, por lo cual se bañaba con flores todas las noches, rodeada de velas que provocaban que se quedara dormida. Durante una semana Florence soñó con Bogdan, se hallaban en un claro del bosque, rodeados de flores que ella sólo había visto en su imaginación. Él la guiaba por el lugar, hasta dirigirla al punto donde se conocieron. Estaban envueltos en un campo de luz que venía de Bogdan. Al estar en ese lugar invadía su espacio; entonces comprendió mejor la mirada del hombre. Su irrupción en aquel vergel significaba que, de alguna manera, ahora ella tenía encima algo de esa energía.

Bogdan comenzó el cultivo de ese jardín desde que terminó la carrera en ciencias políticas, hizo bastante dinero durante la misma, se casó a los veintiocho años con una mujer de veintiséis llamada Marcela, que cayó enferma luego de cinco años de casados; por este motivo, Bogdan invirtió su dinero en la adquisición de plantas medicinales que cultivó en sus tierras. Su esposa se salvó, se llevó a sus dos hijos y se casó con otro hombre.

Bogdan, perdió la razón; dejó la carrera política y se dedicó por entero al cultivo de las plantas en su jardín. Pasaba casi todo el tiempo solo, en el bosque que le pertenecía. Debido a la soledad comenzó a creer que sus conocimientos sobre plantas eran místicos. Solía andar corriendo desnudo entre los árboles y tomaba dos personalidades: la de un hombre lobo y la de un gnomo. Pensaba que el claro, donde cultivaba las flores que presuntamente curaron a su esposa, era un recinto sagrado, que protegía con hechizos mágicos.

Ese día de primavera en que Florence entró en su aposento lo sorprendió negativamente. En efecto el lugar estaba rodeado de un campo de energía. Al entrar ella, él enfermó. Hacía once años de su divorcio, pero en su momento no lloró, porque tenía poco que su esposa se salvó de la muerte y las lágrimas se quedaron sin ser expresadas. Marcela, su esposa, le dijo que durante los días que estuvo enferma se dio cuenta de que tenía que ir a visitar a un antiguo amor.

Luego de tantos años, cuando Bogdan vio a Florence, la conciencia del paso del tiempo y de su soledad cayó sobre él. Enfermó y murió unas semanas después. Pidió que lo enterraran en su bosque. Su esposa de largos cabellos, llegó al funeral con sus dos hijos: Alexander y Donut. Estuvo llorando desconsoladamente, arrepentida de haber dejado al hombre que le ayudó a salir de una terrible enfermedad. La aparición de Florence, una joven de cabellos castaños y ojos inquietos deshizo su mundo. Ella siempre pensó que Bogdan le fue fiel. La extravagante vida de Bogdan era conocida por muchos que lo vieron andar como loco por el bosque, sin embargo, ninguna persona le vio alguna vez con una mujer. La viuda, no quiso investigar quién era la joven, solo pidió que le retiraran. Florence la miró con odio y salió del lugar.

Florence se enteró por pláticas con las gentes del lugar de la historia de Bogdan y Marcela, él la dejó heredera de sus posesiones, pero ella no se levantó de la cama durante meses. Veía hacia el cielo y se la pasaba recordando los primeros meses de su noviazgo con Bogdan. Poco a poco, sus hijos le ayudaron a salir de la depresión.

La felicidad de Florence, en cambio, consistía en pasar sus días caminando entre el jardín de Bogdan, del que nadie se preocupaba. Se convirtió en una guía para los viajeros que iban en busca de plantas medicinales. Personas de todas partes del mundo acudían a ella para pedir ayuda. Se ocupó del jardín toda su vida y de vez en cuando dejó que la invadiera la locura. Hacía las mismas cosas que hizo Bogdan: andar corriendo desnuda y crear conjuros mágicos hasta que con los años se convirtió en una criatura del bosque.








Diana Galindo Barajas (Estado de México, 1994)





Es licenciada en Filosofía por la

Universidad Autónoma de Querétaro. En 2011 obtuvo el primer lugar, en poesía, en el XXVI

Certamen Universitario de Poesía, Cuento y Ensayo entregado por la Escuela de

Bachilleres “Dr. Salvador Allende” de la UAQ; en 2016, el tercer lugar en el VIII Concurso

Nacional de Poesía “María Luisa Moreno”. Ha publicado los libros Despliegue de pájaros

(Ediciones El Humo, 2012), Spiritual Kingdom (Ediciones El Humo, 2014), El mundo desde

afuera (Ediciones El Humo, 2019), Elemento agua (Edición de Autor, 2020) y Las pasiones de la luz (Infame Turba, editorial). Su poesía está incluida en la antología Poesía en

 sí (ENSQ, 2015).


Comentarios

Entradas populares de este blog

La filosofía metafísica de Juan Carlos Moreno Romo

Aves del Apeiron

Horizontes en la filosofía